Los movimientos sociales, las organizaciones sociales y una gran diversidad de colectivos han jugado un papel clave en los procesos históricos; sus luchas por la profundización de la democracia, por los derechos de los pueblos, por derechos políticos, económicos, sociales y culturales han sido una constante. Particular importancia han tenido en las últimas décadas para enfrentar el avance de las políticas neoliberales y extractivistas, para posibilitar el triunfo de gobiernos progresistas, para criticarlos por sus tibios avances y para defenderlos de los golpes de estado.
En este largo caminar, las organizaciones de trabajadores y trabajadoras, de campesinos y campesinas, de pobladores y pobladoras, de mujeres y de feministas, de jóvenes y estudiantes, de ecologistas, de derechos humanos, de colectivos de la diversidad sexual, entre otros, han defendido y conquistado derechos, muchas de ellas innovando sus formas organizativas y de acción, sus articulaciones y sus propuestas, tanto a nivel nacional como internacional, tensionando así los límites establecidos.
El análisis y la reflexión de los avances y retrocesos de estos actores sociales, de la respuesta del Estado ante sus demandas así como de las estrategias de criminalización y disciplinamiento en el actual escenario regional, adquiere una importancia fundamental, principalmente por el carácter democratizador que los ha caracterizado.